Homenaje a Pepita

Pepita, Pepi, Condesa o Sra. Josefa cuando estaba rabiosa. Da igual cómo la llamaras, esa bicha no te hacía ni caso. Arrogante, altiva, orgullosa, rencorosa y amargada… pero a mí me gustaba, la quise y llegué a ganarme su cariño después de unos cuántos meses cuidándola – sobre todo a raíz de la muerte de Elius – Gordo (su amiguito) en aquella casa triste y oscura.

Siempre de un lado para otro, al final, consiguió estabilizarse en Santa Coloma, dónde ha convivido (a buenas, o  a malas, depende del momento en que la pillaras) con un montón de gente y animales (con los animales solía ser a malas) y ha sido tratada de una manera u otra dependiendo de sus compañeros de piso-cuidadores.

Hoy ha sido el último día de vida de esta gatita presumida. Tenía cáncer, anemia, y pus en los ojos y la han sacrificado.  Por lo menos se la veía más espabilada que cuando yo cuidaba de ella, la calle le hizo tanto bien como mal. Era previsible que pasara, sus últimos cuidadores la relegaron al patio, dónde se relacionaba con una colonia de gatos enfermos y hambrientos de los que me estuve encargando una temporada cuando vivía allí.

Tenía el proyecto de llevármela de allí (suponía que la «dueña» no iba a poner impedimentos) cuando me fuera de casa.

Tarde.

En fin, al menos ahora no tendrá que aguantar este frío invernal en la calle y habrá dejado de sufrir, pobrecica, a saber cuánto llevaba con cáncer…

miau.